Un Estado Vasco para una vida buena y feliz

 Docenas de personas se reunieron el lunes en el Auditorio del Museo Artium de Vitoria-Gasteiz para escuchar la mesa redonda “Frente al neoliberalismo, independencia del buen vivir”. Con un título que hace clara referencia a Latinoamérica, Mikel Zuluaga, Igor Arroyo y Miren Larrion trataron de trazar para qué queremos el Estado.

 

Mikel Zuluaga afirmó desde el principio que en este mundo no vivimos sin más, “de paso”, sino para vivir bien colectivamente. “Muchos y muchas hace tiempo que nos dimos cuenta de que para vivir bien no hay por qué pisar a nadie, tampoco a la madre tierra”.

En opinión de Zuluaga, es posible construir otro mundo, yendo más allá de lo regulado. Declaró que la gente está cansada de “la política convencional”. Para ello, explicó que, al igual que deseamos un Estado horizontal y democrático, también en la izquierda abertzale EH Bildu debería seguir el mismo esquema. Debemos ser “creadores sociales”, en opinión del bilbaíno.

Por otra parte, a su parecer, el capitalismo “no es algo que está ahí fuera”. “El virus está en nuestro interior”. Defendió que el cambio comienza por uno mismo, “es una cuestión de actitud”. “La transformación es el camino, no el objetivo”.

En esa linea, según Zuluaga, no tienen ningún sentido construir un Estado moderno “si no construimos un modelo social poscapitalista”. Afirmó que la soberanía debe construirse de abajo arriba, “debemos andar el camino de la decisión decidiendo”.

Repensar el sindicalismo para el desarrollo del proceso social

Seguidamente, tomó la palabra Igor Arroyo, miembro de LAB. En opinión del pamplonés, los conceptos de autonomía y soberanía han vuelto a tomar fuerza a consecuencia de la crisis. Sin embargo, “no estamos acertando enteramente a la hora de fusionar las luchas de liberación nacional y social”.

Dijo que la gente da prioridad a las necesidades cotidianas y que, como se relacionan con el cambio social, “muchas personas creen que eso se puede arreglar con una reforma dentro de España”. No obstante, eso mismo también es un discurso promovido por el sistema “para cortocircuitar la capacidad del movimiento independentista”.

Declaró que en la izquierda abertzale el proceso social a menudo se ha entendido como un “apéndice”, no como algo inherente a la estrategia. Así mismo, haciendo autocrítica, reconoció que los sindicatos no están respondiendo a la situación cómo deberían, y que en el movimiento popular, por su parte, faltan cuadros políticos.

Dedujo que hay que superar la dicotomía entre la identidad y las necesidades cotidianas. “La independencia es la herramienta de transformación del día a día de los y las trabajadoras”. Añadió que la Vía Vasca debe ser una herramienta de transformación social y empoderamiento popular”. “El proceso constituyente debe modificar la cotidianidad empezando desde ya”.

En ese sentido, afirmó que debe repensarse el sindicalismo. “La clase sindicalista tiene enormes dificultades para desarrollar prácticas transformadoras”.

Para ser feliz, la alegría de la lucha

Miren Larrion dio comienzo a su intervención criticando el modelo de felicidad que vende el capitalismo. “La felicidad es simplificada, se limita a la felicidad superficial de Coca Cola o al arquetipo de 'quiero que mis hijos e hijas sean felices'”.

Larrion, explicando la pirámide de Marlow, defendió la felicidad lograda satisfaciendo esas necesidades sociales, a través de la autorrealización. “Yo no quiero la felicidad de Coca Cola. Sí, en cambio, la alegría que vivimos en la cadena humana de Gure Esku Dago”.

Por otro lado, subrayó que nos encontramos en una crisis de civilización, exponiendo un profundo ejemplo: aún así, se centró en la crisis ecológica. Afirmó que la Tierra es un planeta de recursos limitados y que, por tanto, “al menos en los países occidentales”, hay que plantearse no crecer más. “Desarrollarse sí, crecer no. Tenemos que sacar del mercado muchas de las cosas de nuestra vida y repartirnos los deberes”. Reivindicó la necesidad de desmaterializar y descentralizar la economía. Puso como ejemplo el movimiento denominado Transition Towns.

Reivindicó, así mismo, el papel constructor de los movimientos populares, más allá de los esquemas de protesta y resistencia. “Las instituciones no pueden ser las precursoras. Deben actuar en favor de los movimientos populares. No obstante, al mismo tiempo, debemos tener claro que sin las herramientas ofrecidas por las instituciones los procesos de transformación no resultan tan eficaces”.

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